Cruzando el estrecho umbral que nos separa de la locura

A la sombra de dos mil quinientos millones de soles que emiten incesantemente su cansina luz, bajo el ala de la única nave exploradora que ha sido creada por la mano del hombre, recito incansable el mismo salmo una y otra vez:

En la vida y en la muerte. En la vida y en la muerte reposa mi esencia. En la vida y en la muerte se encuentra mi destino. En la vida y en la muerte muero y vivo

No doy crédito al encantamiento cósmico que se cierne sobre mi y acuna mi ánimo con coros celestiales, que silencian los gritos de pánico que resuenan en mi mente. Observo durante eternos segundos como la mano de Dios, configurada por una suerte de fuego azulado acaricia con esmero toda la superficie del planeta, como disfrutando de cada cordillera, cada mullido bosque, cada rio refrescante. Y se acerca lentamente hacia mi. Un segundo después lo que antes eran unos globos oculares se convierten en un torrente de lágrimas vivas que desparraman su pena sobre mi traje de exploración. Comienzo a sentir el bullir de la sangre en mis venas, no por la excitación sino por la escesiva temperatura a la que está siendo sometido mi cuerpo.

Ahora sólo puedo oir como el estertor de cien mil ejércitos se aproxima hacia mi arrasando toda materia viviente e inerte que ha tenido la suerte de interponerse a su paso. Mi cerebro comienza a licuarse dentro de mi cavidad craneal y de repente el unico atisbo de realidad del que puedo ser consciente es un pitido sordo que taladra mis timpanos, mi mente y mi alma. Luego oscuridad. He sido sumergido en la ambrosía de los dioses, ungido con el aceite del fuego eterno que jamás extingue su llama…

La nueva supernova fue bautizada como Sheridan IV, en honor a Steve Sheridan, el primer hombre en viajar al espacio exterior en misión de exploración.