Intermedio

Pareciera que mi espacio personal se hubiera quedado congelado y no permitiera que nadie lo tocara. Como si se tratase de una figura de acerado hielo quebradizo que pudiese romperse al más mínimo intento de protegerla y enderezarla para que siga siendo bella y severa. Sin embargo, nadie conoce la verdadera naturaleza de la figura, su verdadera fuente de poder: las miradas. Cada mirada cálida y entrañable que posa su atención sobre la figura la debilita con su calor. Provoca que la figura pierda firmeza y sea vulnerable al mundo que la rodea, que sienta más de cerca el hedor de la mugre esparcida a su alrededor, que pueda atisbar los horrores que se ciernen sobre su entorno y que paladee con fruición el temible sabor a realidad que la acecha. Por el contrario cada mirada fría, calculadora, llena de odio y de envidia fortalecen a la figura. La hacen cada vez más insensible a la inmundicia. Provocan que la figura deje de mirar al exterior y mire a su interior. Provocan que todo sentimiento cálido quede enterrado en el interior de la figura como un tesoro escondido por toda la eternidad que solo un atrevido viajero de otro mundo pudiera encontrar si busca con interés. La figura desearía ser cálida, pero si se derrite corre peligro de desaparecer. Por otra parte si la figura queda congelada de esa manera durante demasiado tiempo, corre peligro de quebrarse, romperse, y perderse por siempre entre los escombros que la rodean. La figura desearía derretirse lentamente al calor de una mirada de consuelo y amor, pero jamás llegó quien quisiera derretirla pues a nadie le gusta encontrarse con una figura tan fría y desoladora.

En fin, supongo, solo supongo…